Precioso el festejo del 15 de septiembre con motivo del bicentenario de la Independencia de México en la plancha del zócalo capitalino, con sus bemoles por supuesto, como el coloso incomprendido por todos y que tanta ámpula levantó, pero en general bien, un festejo muy bien organizado con un espectáculo que sorprendió gratamente a propios y extraños.
Es plausible también que fuera una noche tranquila, con saldo "blanco" como dicen los especialistas en la nota roja . En el corazón de cada mexicano había el miedo latente que ya lograron sembrarnos esos que no aman a México, de que pudiera haber un ataque por parte del crimen organizado, en algún lugar donde se reunieran grupos grandes o multitudes. Afortunadamente no fue así.
El día 16 de septiembre también fue un día luminoso. Un desfile impecable en el que el ejército mostró "músculo" como dijeran los encabezados de casi todos los periódicos del país al siguiente día.
Sin embargo, cuando vi la imagen del "grito "en Ciudad Juárez, Chihuahua, la ciudad más violenta (violentada, diría yo) del país, sentí una profunda tristeza. Un zócalo vacio, Un alcalde dando el grito en soledad, sin público y sin verbena.
Era sabido que los festejos se suspendían para evitar algún hecho sangriento. No sólo se suspendió en Ciudad Juárez sino también en otros lugares donde la delincuencia ha hecho mella y ha causado profundo dolor. Fue una medida razonable y que contó con la comprensión de todos. No era lo deseable pero se tenían que tomar medidas de seguridad.
Yo que sí disfruté en paz de la fiesta, me sentí en deuda con esos mexicanos que se tuvieron que encerrar en sus casas, con esos padres que temen por sus hijos, por esos niños que no tuvieron el derecho de festejar como los demás, niños que a su corta edad ya viven el terror a esos "malos" que les pueden hacer daño, sentí pena y dolor por esos pequeños mexicanos a los que enseñan a cómo comportarse ante una balacera o ante un fuego cruzado. Me sentí culpable de festejar, tuve el sentimiento de haberme ido de fiesta cuando parte de los mios estaban de duelo.
La luna de miel nos duró poco, enseguida continuaron las ejecuciones, las matanzas en grupo, el asesinato de un periodista, un periódico rindiéndose ante el apabullante poder de la delincuencia.
Descuartizados, mantas amenazantes, terror... terror.
¿Hasta cuándo?
¿Hasta que nos alcance a todos...?