viernes, 8 de marzo de 2024

Que ya me voy a pensionar

 Y llega el día en que tienes que retirarte.

Te enteras que ya tienes más de 60 años porque eso dicen tus papeles, tú estás entera como a tus veinte.

Ya quieres comenzar esa nueva vida idílica que no sabes bien a bien si sólo existe en tu cabeza.

Tienes planes como para llenar ese primer año que te encanta llamar como tu "año sabático"

Papeles, testamento, panteones, planes funerarios, papeles, contraseñas por compartir, más papeles.

Haces planes, vas a disfrutar tu día como niña: harás ejercicio, aprenderás a nadar, a bailar, a tejer, a cocinar, a pintar. 

Vas a levantarte y bañarte y arreglarte como si siguieras trabajando.... y tu nena interior se ríe y dice... no, no... sabes bien que no harás nada de eso, te quedarás tumbada en la cama hasta las once de la mañana, tragarás como cerdo, decidirás que no te bañarás porque te bañaste ayer; y para qué quitarse el pijama si no saldrás a ningún lado, miras el reloj esperando que comience la "hora oficial para hacerse un coctel", y buscarás qué serie tienes pendiente de ver, aunque tienes 20 comenzadas, esas que disque ibas a ver en inglés para "practicar tu inglés"; y tus planes altruistas se van quedando atrás, esas visitas a hospitales para auxiliar gente que no sabe moverse en la montaña burocrática a la que tú vas a ayudar, a esa persona minusválida a la que casi vas a cargar, esa fila en la farmacia que tú harás por ellos,  esa montaña de tortas y café que les llevarás... todo se va desdibujando...

Tienes miedo, y vas descubriendo un dolorcito en un dedo, en una axila, en una rodilla, en un lugar donde no sabías que tenías un órgano vital y que duele, y persiste, y los viajes donde explorarás esos mundos que no conoces y donde caminarás kilómetros y kilómetros se van viendo cada vez más lejos, cada vez menos atractivos... y ya comienzas a dormir diferente... ¿y si ya me voy a morir? ¿y si ya se va a morir esta o este, aquel o aquella? 

Ya te vas a retirar, pero quieres seguir viva, quieres vibrar, quieres aprender, quieres saber dónde se compra eso que se llama actitud. ¿Cuánto cuesta el kilo?

viernes, 23 de octubre de 2020

Qué alegría tan triste.

 ¡Qué festiva, qué alegre, qué energía la que irradia!

Es la persona que más se entusiasma con las fiestas, la que más se divierte, la que se ríe alto y baila toda la noche,  la que tratará de prolongar el momento.

Todos los buenos ratos los engulle a trozos, como si la vida se fuera a apagar en cualquier instante, como si quisiera atesorar esos buenos ratos, para cuando la luz faltara.

Porque la oscuridad la acecha, la amenaza, y no tiene voluntad para ahuyentarla. Es que esa oscuridad, que llamamos con muchos nombres como "tristeza, bajoneo, desmotivación, melancolía", ya no la controla ella, porque viene de adentro para afuera, porque tiene voluntad propia. 

Nadie la comprende, primero alegre y luego triste, primero risas y luego llanto, primero comerse la vida a trozos y luego pedir que nadie corra las cortinas, porque quiere hacer su noche eterna.

"¡Échale ganas!", "Nada te falta, tienes todo", "Te gusta llamar la atención".

Atrás de una persona excesivamente entusiasta, existe un ser tan frágil que se rompe con todo, pero no lo sabemos, y nos enojamos porque nos está jodiendo la vida por gusto.

Todos conocemos a alguien con estas características, incluso tal vez haya alguien en tu familia que está sufriendo algún desorden mental, y te aseguro que plantarle cara y evitarla sólo agravará su problema, y tarde o temprano pasará a ser también tú problema. Tal vez esa persona no sabe cómo pedirte ayuda, o no se atreve a hacerlo, pero te necesita desesperadamente.

El tiempo pasa, y echarle ganas no ayuda de nada, porque la persona ya no tiene el control de mando, porque no puede cambiar el switch. Hay un problema obvio pero nadie lo quiere ver.

Muchas veces cuando se decide tomar acciones ya es demasiado tarde. Los ratos alegres se van haciendo más cortos y las tristezas son cada vez más largas. Las sesiones con el psicólogo de nada sirven, entra en escena el psiquiatra, que trabaja como puede y con lo que puede. Lástima que puede poco, salvo dejarla en una dimensión psicótica a causa de los fármacos, donde sólo está ella, donde sólo hay bruma, en un lugar de donde se han ahuyentado las tristezas, pero también las alegrías. Donde reina lo artificial.

La Pandemia ha agudizado severamente los problemas de estrés, tristeza, angustia y melancolía; así que la familia debe estar muy unida y atenta para rescatar del abismo a quien vaya cayendo, integrándolo al grupo, haciendo actividades en familia; cocinar entre todos siempre que se pueda, jugar a la pelota, brincar la cuerda, ver una película alegre o jugar naipes. Los que viven en una casa sí se pueden abrazar si ninguno está contagiado, así que abracémonos largo, hablemos y escuchemos, hay que escuchar antes de que sea demasiado tarde.

sábado, 3 de agosto de 2019

Un acto de amor

Hace un par de semanas iba conduciendo hacia mi trabajo, cuando me detuve en un semáforo en rojo. Estaba circulando por el Boulevard 5 de Mayo, y en esta vialidad el carril de la izquierda está confinado para el transporte RUTA (Red urbana de transporte articulado). Para los que no lo saben, en ese carril "confinado" sólo pueden circular este transporte "articulado" (que ni articulado está).

Como decía, estábamos detenidos por el semáforo, cuando un par de chiquillos de entre cuatro y cinco años de edad, que esperaban parados en el carril vacío, corrieron hacia el frente de los coches e hicieron alguna pirueta. Una joven tocó su claxon llamándolos, se acercaron corriendo y ésta les dio un paquete de comida. Era claramente su almuerzo lo que les regalaba.

Los niños pusieron una carita feliz cuando otro claxon atrajo su atención. Era un joven en sus treintas, que sacaba la mano por la ventanilla. Alcancé a ver fruta y y agua.

Los niños sonreían más contentos todavía, cuando un tercer claxonazo sonó y los pequeños se dirigen corriendo entre sonrisas. Con horror veo que el semáforo se ha puesto en verde. Me quedo paralizada, ningún coche se mueve mientras estos niños entre los coches recogen más comida, el tercer almuerzo que les ha sido regalado. Evidentemente todos los de adelante eramos testigos atentos de la escena, e increíblemente, los demás conductores no nos pitaron.

Corriendo, con las manos llenas y los rostros sonrientes, se paran nuevamente en el carril del RUTA, que afortunadamente está vacío porque no transita ninguno en ese momento.

Sin prisas, como si hubiéramos esperado a que se pusieran a buen resguardo, comenzamos a circular nuevamente.

Yo tenía emociones encontradas, me sentía llena de amor y esperanza, porque ese acto de bondad y solidaridad que comenzó una conductora y que secundaron otros dos automovilistas, fue increíblemente inspirador.

Otra emoción era el haber atestiguado que ninguno les dio dinero, por fin hemos comprendido que darle dinero a los niños en las esquinas únicamente provoca que los niños limosneros sean un buen negocio para un adulto o una mafia, y que al darles dinero estamos contribuyendo a que los mantengan en la calle. Sin que lo queramos, ayudamos a afianzar el grillete de la esclavitud que les ha puesto su explotador.

Por otro lado, tenía un susto terrible de que alguien que no estaba atento a que había dos niños muy pequeños entre los coches, los hubiera podido atropellar; rogué porque ningún motociclista viniera de atrás y pasara algo terrible. Nada pasó.

 Qué optimista me siento cuando presencio estos actos de amor.

Lleva galletas, dulces o botellas de agua contigo y dáselo no sólo a los niños, sino a cualquier vendedor ambulante con el que te topes. La sonrisa que te dedican vale mil veces más de lo que estás obsequiando.

Yo tuve una mala experiencia con un migrante -aparentemente centroamericano- que pedía limosna, cuando vio que lo llamé se acercó de prisa, pero cuando observó que lo que le ofrecía era  un sándwich, me mentó la madre con la mano y se alejó. Confieso que me provocó un sentimiento de malestar, pero fue momentáneo, porque reflexioné que a ellos también hay alguien detrás explotándolos; porque visten los mismos andrajos, misma mochila con sarape atravesado, que se nota que está siempre ahí.Todos van sin zapatos y con el pantalón lo más roto que pueda estar. Fui testigo de cómo uno obligaba a otro a pedir entre los coches, y que éste no quería, y que de una patada que le sacó lágrimas de humillación, lo empujó contra los coches para que obedeciera.

No dinero, sí ropa y comida a quienes lo acepten. No digas "que el gobierno haga algo", hazlo tú.



lunes, 29 de julio de 2019

Yo también te amo

Un día el escritor despertó, se quedó mirando el techo y reprochó a la nada que la noche no le trajera nuevas ideas.

Se levantó, se preparó un café y se sentó ante la computadora.

La hoja de Word muy blanca parecía retarlo, parecía reírse de él.

No tenía nada que escribir, ninguna idea venía a su cabeza.

- "Una palabra, una sola palabra que detone todo"- se decía a sí mismo dándose levemente con el puño en la frente.

- "Amor" - ¡No, no! tan trillado, tan devaluado, tan comercializado. Pensó borrando la palabra y dejando nuevamente la página en blanco.

- "Hijos, esposas, madres, hermanos, padres"... "padres" Borra todo y deja esa única palabra en la página de texto.

"Padre", mi padre, al que visito tan poco; al que cada vez que lo veo terminamos en bronca. A ese padre que por alguna razón me enoja verlo tan viejo, tan enfermo, tan cascarrabias él.

"Padre", mi padre que luchó a brazo partido por darme una carrera profesional, mi padre que ya mayor sigue trabajando porque no quiere nada de mí, porque quiere que lo vea auto suficiente, aunque a todas luces ya no lo es.

Mi padre que como niño me educó con mano férrea; que era un macho porque así lo educaron, que a su esposa e hijos nos trataba desde la altura que le daba el poder del dinero. Mi padre del que huimos apenas pudimos, y del que ahora desde nuestras posiciones privilegiadas - de las que gozamos gracias a él - ahora lo juzgamos y enfrentamos.

Mi padre que es bueno, que no ha sabido abrazarnos ni decirnos que nos quiere, porque a él no lo abrazaron ni le dijeron que lo amaban. Mi padre que me ama pero no sabe cómo expresarlo.

¿Por qué los malos recuerdos, que son los menos, son capaces de desdibujar una vida de sacrificio y amor?

¿Por qué ni él ni yo, amándonos como lo hacemos, somos capaces de bajar la guardia y decir?: "Te amo, Pa", "Yo también te amo, hijo".

Cierra con violencia la computadora. Limpia una lágrima que furtiva ha escapado de un sólo ojo, y ha llegado hasta la comisura de su boca, y que tiene un sabor amargo y salado.

Bebe de un trago el café que le queda, se viste en automático, se pasa la mano por el enmarañado cabello y marca un número...

"Hola Pa"
"No pasa nada, tranquilo, sólo quería escucharte"
"Qué no, hombre, que estoy bien"
"Pa" - carraspea, porque no reconoce su propia voz
"Esteee... te amo Pá"

No hay respuesta. "Es normal, su generación es más reacia al cambio que la mía".

"Pá", te voy a ver el finde y platicamos tranquilos, ¿quieres?"

Mi padre contesta con una voz aflautada y llena de emoción.

"Claro que quiero hijo, muero por darte un abrazo"

Colgamos al unísono.

Tan difícil y tan fácil dar el primer paso; ese paso que puede desencadenar borbotones de amor contenido por una soberbia mal entendida.

Ese paso que a veces no se da, y que nos llena de remordimiento el resto de nuestros días.



sábado, 6 de julio de 2019

HOY

... y un día me desperté, consciente de mi, de la nueva oportunidad, con la profunda sensación de sentirme viva.

"Gracias, gracias, gracias" susurré al vacío, que no está vacío sino lleno.

Faltaban 3 minutos para la hora en la que me levanto, así que permanecí con los ojos cerrados, pero sintiéndome viva, bien viva, vibrante.

Limpié mi mente de pensamientos, concentrándome en mi respiración.
Una inspiración fuerte, profunda, y ese aire que entra a mis pulmones es de color dorado.
Una espiración fuerte, profunda, y ese aire sucio se lleva consigo mis preocupaciones, mis miedos y temores.

Abro los ojos con una sonrisa, me levanto con energía, como si hiciera una posición de yoga. Movimientos bien medidos, exactos.

Ya de pie volteo hacia donde esta la cruz, y digo con ceremonia mientras me persigno:
Por la señal, de la santa cruz,
De nuestros enemigos, líbranos señor,
Dios nuestro.
En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.

Me dirijo a la ducha, me cepillo los dientes "dándoles un masaje" que disfruto.
Entro a la ducha, y siento esa agua caliente recorrer mi cuerpo, y lo disfruto.

Estoy viva.
Ayer, no sé.
Mañana, tampoco sé.
Hoy, es hermoso y lo disfruto, y lo agradezco.
Y doy gracias nuevamente, porque por fin he entendido que no hay ayer ni mañana sino hoy.
Que el hoy bien vivido me asegura un buen mañana, hasta donde yo puedo controlar.
Lo que sale de mis manos no me corresponde.

Gracias, gracias, gracias.

domingo, 6 de enero de 2019

¡Yo quiero voy!

¡Yo quiero voy!

Así nos gritaba Chio, de cinco años - la hija número 11 de Raymundo y Rafaela, nuestros padres -, cuando nos veía alejarnos camino a Acapulco, aquella ocasión que planeamos unas vacaciones sin ella ni los otros hermanitos pequeños.

Y es que esta onceava hermana era toda explosión, toda emoción, todo sentir.

Esta niña menuda, de ojos grandes y expresivos, de pelo ensortijado y de sonrisa estentórea. La niña adolescente de cantos a todo pulmón. Esta niña que cuando le dices "Rocío" te reclama, porque siente que estás enojada con ella. Su nombre es "Chio", o "Roux".

Roux es esa jovencita que soñaba con casarse y tener hijos. Esa jovencita que cuando le preguntabas: "¿Cuál es tu ideal de felicidad?" te contestaba: "Ir al súper con mi esposo y mis hijos, y comprar todo lo que se nos antoje para la semana"

Roux es explosión de alegría. Disfruta la vida; y lo sabes cuando ves ese brillo en sus ojos. Disfruta la convivencia, disfruta la lectura de su libro, la taza de café o la copa de vino. Los amores de Roux son selectos, son únicos. Toma todo lo mejor de cada uno de nosotros, y con una sonrisa ignora todo aquello que no resuena con ella.

Como su hermana, he tenido la maravillosa experiencia de ver a esa oruga. La vi luchando, tratando de romper el huevo y cambiar de piel. La vi romper el saco de la crisálida y emerger como una mariposa adulta que despliega sus alas y emprende el vuelo.

Soy testigo de su metamorfosis, de su crecimiento personal y espiritual. Conozco de sus batallas que a veces comparte y a veces no. Se guarda en una introspección que todos debemos respetar, para verla emerger renovada, feliz; armada de municiones de amor y comprensión.

Roux es única y es adorable. Es la hermana, esposa, hija, madre ideal.
Ella es el regalo que los Reyes dejaron el día después, porque quería ser especial, porque se revestía con un plus lleno de amor para todos los que tenemos la fortuna de ser parte de su ser.

¡Feliz cumpleaños, querida Roux! Te amamos.

7 de enero, 2019



sábado, 20 de octubre de 2018

Inmigrantes

¿Cómo opinar?

¿Quién no es inmigrante?

alce la mano.

¿Qué no todos somos iguales?

¿Qué no todos tenemos los mismos derechos... humanos?

 No conozco de leyes, pero conozco de sentido común.

Ese sentido común me lleva a ponerme en los zapatos de un inmigrante.

Quiero un pedazo de tierra. Digno, habitable... ¡Hey... soy humano! ¡Qué te importa cómo se llama dónde nací!

Quiero lo que tienes tú... ¿Por qué no?

¡Arguméntame!

No mires mis ojos, si están rasgados o no. No mires el color de mi piel. No mires las marcas de mi desnutrición.

Dos manos, dos ojos, dos pies, una cabeza, un cerebro, a que somos iguales...

Aspiro a lo que tú tienes. Me gusta tu vida. La quiero... ¿puedo?

¿Sí? ¿No? ¿Por qué no?

!Arguméntame!