Herminia es esa señora que asea
silenciosamente las oficinas de una empresa cualquiera y que pasa inadvertida
para la mayoría de las personas que la rodean.
Su rostro luce siempre triste
pero sereno, aunque tiene 56 años parece que tuviera muchos más y
cómo no, si ha trabajado duro desde que era una niña y ha tenido que enfrentar revés tras revés toda su vida.
Nació en Huauchinango, Puebla y
fue la mayor de tres hermanos. Nació en medio de la pobreza y con un padre
autoritario que aterrorizaba a la familia y golpeaba a su madre. Cuando su
padre llegaba de trabajar, se sentaba a comer y estiraba la mano
para tomar la tortilla recién hecha. La tortilla en ese preciso momento debería
estar esponjando, es decir, separando su piel delgada de la gruesa. Si esta
condición fallaba, porque recién se había desinflado la tortilla o porque ésta requería de unos segundos más para
inflar, despertaba la furia del padre, que aventaba el bracero de la madre y
arremetía contra ella a patadas.
Cuando su mamá estaba embarazada
de su tercer hijo, el señor le pegó tan fuerte y tan repetidamente en el vientre
que cuando poco tiempo después le sobrevino un cáncer de matriz, a
Herminia siempre le quedó la impresión de que algo tuvieron que ver esas
patadas para que su mamá se enfermara.
Su madre muere a los
24 años, luego del funeral el padre la manda con sus dos hermanitos a
la tienda y le ordena no regresar sino hasta luego de un rato. Cuando se
acercan de regreso a casa ve a su padre rodeado de personas y entregándoles
papeles. Su padre estaba regalando a sus hijos a tres diferentes familias.
A Herminia le ha tocado quedarse
en manos de su madrina, así que le suplica a ésta entre sollozos que permita
que sus hermanitos se queden con ella, que le promete que ella los mantendrá.
La señora accede y puntualiza que ella no gastará un centavo en sus
hermanitos. A partir de ese momento ella comienza a trabajar, mantiene a sus hermanos y los manda a la escuela en su momento. Sólo tiene
8 años de edad.
Herminia asiste a un colegio de
monjas y forja una fe inquebrantable que
le dará fuerza toda su vida y que será su herramienta más importante para
sobrevivir.
Se casa siendo muy joven como dicta la tradición y tiene siete hijos. Como dicta también la tradición su
esposo comienza a golpearla, pero cesan los golpes cuando los hijos crecen y se
lo impiden.
Uno de sus hijos, a la edad de
diez años, de pronto comenzó a gatear porque “se cansa de estar parado”, pocos
días después al salir del baño le dice a su madre: ¡Mira mamá, estoy creciendo
de un solo lado!” Herminia comprueba horrorizada que es verdad. Le diagnostican un tumor
cerebral. Los doctores les dicen que si no lo operan se morirá, y que de
operarlo existe un gran riesgo de que quede en estado vegetativo o con
secuelas.
Herminia y su esposo discuten. Él
se opone a la operación y dice “Que muera si Dios así lo quiere”, ella pide que lo
operen porque lo quiere vivo aunque sea
en estado vegetativo, dice que no va a sentarse a esperar verlo morir. Su
esposo acepta firmar para que lo operen pero le dice a Herminia: “Para mí, mi
hijo está muerto y no me hago cargo”. Lo operan y tras un mes de inconsciencia
comienza a reaccionar, es como un bebé, hay que comenzar a enseñarle todo.
Herminia toma la difícil decisión
de trasladarse a la ciudad de Puebla para trabajar formalmente y tener
seguridad social para su hijo enfermo. Su esposo tiene un trabajo itinerante de
albañilería y poco se le ve. Sus otros hijos se quedan en Huauchinango porque así
les conviene a todos en ese momento. Consigue
trabajo en un lugar que presta servicios de intendencia a diferentes
empresas.
Los años transcurren y va adquiriendo enfermedades en el camino, padece hipertensión, diabetes y cáncer de tiroides.
Cuando trabajando le hacía un
mandado a alguien y éste le trataba de dar una propina no la aceptaba porque a
ella le enseñaron que los favores no se cobran.
Se alimenta muy disciplinadamente
y toma sus medicinas puntualmente para controlar mejor sus enfermedades. Cocina
tan rico que estando trabajando en el aseo de una empresa corporativa le piden los
empleados que les venda mole poblano, o tamales,
chile molido y gorditas. Herminia acepta pero vende al costo, no gana nada porque le da vergüenza
cobrar, a veces pierde porque no puede cargar los tamales y paga un taxi. Aún así
hay quienes le pagan en abonos, si es que le pagan. Su ángel de la guarda la regaña y le explica que debe ganar algo, aunque sea poquito y así lo hace.
Vende tan bien que sus
compañeros de intendencia se unen en su contra por esa razón y porque pide
permiso de ausentarse dos veces por mes, una para consulta de su hijo y otra
para consulta propia. Logran que la echen de esa empresa.
Sus idas y venidas a Huauchinango
son frecuentes, su esposo se encela de que los hijos hagan tantas “fiestas” al verla; uno de ellos
le contesta siempre: “es que de niños tuvimos pura madre y pues hoy vales eso,
madres” a veces estaban a punto de
liarse a golpes pero Herminia metía paz.
Eso la hacía sufrir mucho, y es que según cuenta ella misma, los hijos están
afectados por el desapego del padre; nunca se acercó a ellos y mucho menos los
cargó porque decía que lo ensuciaban.
A veces ve a su padre en el
zócalo del pueblo, sus hijos la animan a que lo salude y ella lo hace a
regañadientes. Le pregunta cómo está y el señor contesta: “¿Y cómo quieres que
esté? Enfermo porque no me atiendes como es tu obligación” Él no es el único que le reprocha eso, ha
tenido que enfrentar dos demandas absurdas de parte de dos diferentes mujeres
de su padre reclamándole su abandono y falta de manutención.
En noviembre de 2012 le avisan
que murió uno de sus hijos, el que solía reñir con el padre, le habían
detectado cáncer de hígado tres meses atrás.
Este febrero pasado ha muerto
Toño, el hijo enfermo que la trajo a
esta ciudad. Se murió tras convulsionarse
por un ataque epiléptico. El padre fiel a su palabra jamás contribuyó a sus
gastos o cuidados.
Herminia se ha despedido de
nosotros, se regresa a su pueblo porque no estando Toño su estadía ya no tiene
razón de ser, también se va porque los hijos que le quedan la reclaman, le dicen
que si esperará a que muera otro de ellos para regresar.
Tristísima historia. Un ejemplo de humildad, fortaleza y sobre todo amor.
ResponderEliminarUn reconocimiento a tan admirable ser humano y que Dios derrame sus bendiciones a esta madre y a ti por compartir esta historia de vida.
Cari