viernes, 5 de abril de 2013

Herminia


Herminia es esa señora que asea silenciosamente las oficinas de una empresa cualquiera y que pasa inadvertida para la mayoría de las personas que la rodean.

Su rostro luce siempre triste pero sereno, aunque tiene 56 años parece que tuviera muchos más y cómo no,  si ha trabajado duro desde que era una niña y ha tenido que enfrentar  revés tras revés toda su vida.

Nació en Huauchinango, Puebla y fue la mayor de tres hermanos. Nació en medio de la pobreza y con un padre autoritario que aterrorizaba a la familia y golpeaba a su madre. Cuando su padre llegaba de trabajar, se sentaba a comer y estiraba la mano para tomar la tortilla recién hecha. La tortilla en ese preciso momento debería estar esponjando, es decir, separando su piel delgada de la gruesa. Si esta condición fallaba, porque recién se había desinflado la tortilla o porque ésta requería de unos segundos más para inflar, despertaba la furia del padre, que aventaba el bracero de la madre y arremetía contra ella a patadas.

Cuando su mamá estaba embarazada de su tercer hijo, el señor le pegó tan fuerte y tan repetidamente en el vientre que cuando poco tiempo después le sobrevino un cáncer de matriz, a Herminia siempre le quedó la impresión de que algo tuvieron que ver esas patadas para que su mamá se enfermara.

Su madre muere a los 24 años, luego del funeral el padre la manda con sus dos hermanitos a la tienda y le ordena no regresar sino hasta luego de un rato. Cuando se acercan de regreso a casa ve a su padre rodeado de personas y entregándoles papeles. Su padre estaba regalando a sus hijos a tres diferentes familias.

A Herminia le ha tocado quedarse en manos de su madrina, así que le suplica a ésta entre sollozos que permita que sus hermanitos se queden con ella, que le promete que ella los mantendrá. La señora accede y puntualiza que ella no gastará un centavo en sus hermanitos.  A partir de ese momento ella comienza a trabajar, mantiene a sus hermanos y los manda a la escuela en su momento. Sólo tiene 8 años de edad.

Herminia asiste a un colegio de monjas y  forja una fe inquebrantable que le dará fuerza toda su vida y que será su herramienta más importante para sobrevivir.

Se casa siendo muy joven como dicta la tradición y tiene siete hijos. Como dicta también la tradición su esposo comienza a golpearla, pero cesan los golpes cuando los hijos crecen y se lo impiden.

Uno de sus hijos, a la edad de diez años, de pronto comenzó a gatear porque “se cansa de estar parado”, pocos días después al salir del baño le dice a su madre: ¡Mira mamá, estoy creciendo de un solo lado!” Herminia comprueba horrorizada  que es verdad. Le diagnostican un tumor cerebral. Los doctores les dicen que si no lo operan se morirá, y que de operarlo existe un gran riesgo de que quede en estado vegetativo o con secuelas.

Herminia y su esposo discuten. Él se opone a la operación y dice “Que muera si Dios así lo quiere”, ella pide que lo operen porque lo quiere vivo aunque  sea en estado vegetativo, dice que no va a sentarse a esperar verlo morir. Su esposo acepta firmar para que lo operen pero le dice a Herminia: “Para mí, mi hijo está muerto y no me hago cargo”. Lo operan y tras un mes de inconsciencia comienza a reaccionar, es como un bebé, hay que comenzar a enseñarle todo.

Herminia toma la difícil decisión de trasladarse a la ciudad de Puebla para trabajar formalmente y tener seguridad social para su hijo enfermo. Su esposo tiene un trabajo itinerante de albañilería y poco se le ve. Sus otros hijos se quedan en Huauchinango porque así les conviene a todos en ese momento. Consigue  trabajo en un lugar que presta servicios de intendencia a diferentes empresas.

Los años transcurren y va adquiriendo enfermedades en el camino,  padece hipertensión,  diabetes y cáncer de tiroides.

Cuando trabajando le hacía un mandado a alguien y éste le trataba de dar una propina no la aceptaba porque a ella le enseñaron que los favores no se cobran.

Se alimenta muy disciplinadamente y toma sus medicinas puntualmente para controlar mejor sus enfermedades. Cocina tan rico que estando trabajando en el aseo de una empresa corporativa le piden los empleados que  les venda mole poblano, o tamales, chile molido y gorditas. Herminia acepta pero  vende al costo, no gana nada porque le da vergüenza cobrar, a veces pierde porque no puede cargar los tamales y paga un taxi. Aún así hay quienes le pagan en abonos, si es que le pagan. Su ángel de la guarda la regaña y le explica que debe ganar algo, aunque sea poquito y así lo hace.

Vende tan bien que sus compañeros de intendencia se unen en su contra por esa razón y porque pide permiso de ausentarse dos veces por mes, una para consulta de su hijo y otra para consulta propia. Logran que la echen de esa empresa.

Sus idas y venidas a Huauchinango son frecuentes, su esposo se encela de que los hijos  hagan tantas “fiestas” al verla; uno de ellos le contesta siempre: “es que de niños tuvimos pura madre y pues hoy vales eso, madres”  a veces estaban a punto de liarse a golpes pero  Herminia metía paz. Eso la hacía sufrir mucho, y es que según cuenta ella misma, los hijos están afectados por el desapego del padre; nunca se acercó a ellos y mucho menos los cargó porque decía que lo ensuciaban.

A veces ve a su padre en el zócalo del pueblo, sus hijos la animan a que lo salude y ella lo hace a regañadientes. Le pregunta cómo está y el señor contesta: “¿Y cómo quieres que esté? Enfermo porque no me atiendes como es tu obligación”  Él no es el único que le reprocha eso, ha tenido que enfrentar dos demandas absurdas de parte de dos diferentes mujeres de su padre reclamándole su abandono y falta de manutención.

En noviembre de 2012 le avisan que murió uno de sus hijos, el que solía reñir con el padre, le habían detectado cáncer de hígado tres meses atrás.
Este febrero pasado ha muerto Toño, el hijo enfermo  que la trajo a esta ciudad. Se murió  tras convulsionarse por un ataque epiléptico. El padre fiel a su palabra jamás contribuyó a sus gastos o cuidados.

Herminia se ha despedido de nosotros, se regresa a su pueblo porque no estando Toño su estadía ya no tiene razón de ser, también se va porque los hijos que le quedan la reclaman, le dicen que si esperará a que muera otro de ellos para regresar.  

Hasta luego Herminia, gracias por las enseñanzas, gracias por tu valor y por tu valía.

1 comentario:

  1. Tristísima historia. Un ejemplo de humildad, fortaleza y sobre todo amor.
    Un reconocimiento a tan admirable ser humano y que Dios derrame sus bendiciones a esta madre y a ti por compartir esta historia de vida.

    Cari

    ResponderEliminar