- Oye papá ¿Me cuentas un cuento? -.
- Tu mamá es la que sabe contar cuentos hija, a ella le salen bien bonitos, yo no sé. Anda con ella -.
- ¡Papá, me gustan mucho los
cuentos de mamá, pero ya tengo siete años y tú nunca me has contado uno!
¡Cuéntame
uno papá! -.
- ¡Es que hija, esas historias de
princesas y príncipes, de finales felices, de érase una vez como que no se me
da! – Se rasca la cabeza, incómodo -.
- Pa, te digo que ya tengo siete
años, ya soy una niña grande y las historias que dices ya las he oído mucho, cuéntame
tu algo, para variar ¿Sí papa? -.
El padre mira la hermosa cara de
su hija, sus ojitos suplicantes. Se queda un momento mirándola callado, traga
saliva y por fin habla.
- Está bien hija, ven, siéntate
aquí, te contaré un cuentito -.
La niña se sienta al lado de su
padre, lo mira con los ojos muy abiertos, expectantes.
- Pues verás hija, había una vez un
hombre que no era príncipe ni nada de eso, era un hombre común, que luchaba
por abrirse paso en la vida. Era de cuna humilde, no tenía ninguna preparación
superior, la urgencia de llevar dinero a su casa lo obligó a salir a trabajar
siendo muy joven.
A este hombre nada parecía
salirle bien, trabajaba mucho, ganaba poco
y su vida se reducía a ir de la casa al trabajo y viceversa.
Un día en el que se sentía
especialmente triste y sin esperanza un compañero de trabajo se acercó a él
para invitarlo a una fiesta. Él no quería ir, nunca iba a fiestas, no sabía
cómo comportarse ni tenía ropa como para irse de fiesta, pero ante la
insistencia del amigo aceptó ir.
El día de la fiesta se vistió de
forma humilde pero pulcra y prometió a su madre que no llegaría tarde, que iba sólo
por cumplir con su palabra.
Apenas llegó a la fiesta se
arrepintió de haber ido, había mucha gente, no encontraba a su amigo y sentía
que no encajaba en el lugar.
Afortunadamente la reunión era en
un jardín, así que él se alejó de la gente y comenzó a caminar entre unos
árboles, respiró fuerte llenando sus pulmones de ese aire limpio y fresco
cuando de la nada, apareció alguien que le hizo gritar.
- ¿Por qué gritó, papá? ¿Era una aparición? -
Gritó por la sorpresa y si… creyó que era una aparición, porque era una mujer, la mujer más hermosa que hubiera visto en su vida. Desvió sus pasos para no estorbar el paso de la mujer cuando ésta tocó su brazo y le dijo con una sonrisa: - Perdona que te haya asustado, no era mi intención -.
- ¿Por qué gritó, papá? ¿Era una aparición? -
Gritó por la sorpresa y si… creyó que era una aparición, porque era una mujer, la mujer más hermosa que hubiera visto en su vida. Desvió sus pasos para no estorbar el paso de la mujer cuando ésta tocó su brazo y le dijo con una sonrisa: - Perdona que te haya asustado, no era mi intención -.
Él detuvo su paso y con voz
vacilante le contestó: - No se disculpe, era yo que venía distraído, con
permiso -. Se alejó apresurado.
Cuando estuvo lo suficientemente
lejos se dijo a sí mismo que era un tonto y un mal educado, que había dejado a
esa hermosa mujer con la palabra en la boca, que no le había preguntado ni su
nombre, que le había hablado de usted… y así siguió haciéndose multitud de
reproches.
Luego de un rato volvió a la
reunión, no vio nunca a su amigo entre tanta gente y decidió irse. Ya se
alejaba cuando la hermosa aparición se acercó a él y le dijo… - ¿Te marchas ya?
-.
Él volteo a verla y dominándose
un poco más le contestó que sí, que era tarde, que vivía lejos y que tenía
muchas cosas que hacer y que bla y bla y bla… ahora metía la pata a la inversa,
después de quedarse mudo en un principio ahora no sabía cómo detener el
torrente de palabras absurdas e inconexas que salían por su boca.
Cuando por fin se quedó callado,
ella mirándolo con sus grandes ojos le dijo: - Yo también me marcho ya, las
fiestas en realidad no me gustan, los grupos grandes me cuestan trabajo. Vivo
cerca de aquí ¿Me acompañas? Permíteme, le aviso a mi familia que ya me voy -.
Él se quedó parado mudo otra vez,
sólo asintió con la cabeza y la esperó un par de minutos. Cuando ella volvía
caminando hacia él, no pudo evitar admirarla en su hermoso vestido corto rosa,
en sus sandalias, su cabello ondulante, en esa mirada, en esa cara toda…
Dieron un paseo caminando,
la confianza que ella tenía sobre sí misma lo relajó a él y le permitió desenvolverse
sin más apuros. Intercambiaron nombres, aficiones, gustos en general. Él se
sentía un poco cortado porque en realidad no tenía mucho que decir acerca de
él, su familia o su trabajo, pero la actitud positiva y receptiva de ella
nuevamente lo volvieron a relajar. Cuando la dejó frente a una casa grande y a
todas vistas muy lujosa se sintió cohibido y muy inferior a ella.
Cuando se dijeron adiós ella
besó su mejilla. Él sintió que con ese beso ella se robaba su corazón.
Siguieron viéndose, hablaron más
de sus vidas y quedó claro que él era un obrero sin estudios, ella era una rica
heredera estudiando una carrera en una prestigiosa universidad. Todo los
separaba pero sus corazones estaban irremediablemente unidos.
Se hicieron novios, se adoraban y
mutuamente se decían que no podían vivir el uno sin el otro. Él en un acto de
irresponsabilidad y claramente no pensando le pidió que fuera su esposa. Ella
aceptó mostrando todavía menos cordura que él, - y es que, hija, - el amor es así,
ciego, incongruente, absurdo, maravilloso, desastroso, hermoso.
Cuando él se presentó ante los
padres de la novia para pedir su mano fue un día terrible, el padre lo despidió
con cajas destempladas, la madre lloró, el novio demudado sudaba a mares, pero
ella… ella estaba serena, sabía que las cosas serían así, se mantuvo firme.
Como ella tenía 19 años sus padres ya no podían retenerla por la fuerza, pero sacaron su arma más contundente, le dijeron: ¡Si te casas con este hombre te desheredaremos!
- ¡Ay papá! ¿Qué pasó? ¿Terminaron el noviazgo? -.
Como ella tenía 19 años sus padres ya no podían retenerla por la fuerza, pero sacaron su arma más contundente, le dijeron: ¡Si te casas con este hombre te desheredaremos!
- ¡Ay papá! ¿Qué pasó? ¿Terminaron el noviazgo? -.
No hija. Se casaron en una
sencilla ceremonia con únicamente la familia de él como testigo. Rentaron un
departamento pequeño y sencillo, apenas sin muebles. Ella dejó de estudiar y
comenzó a trabajar y le dijo a él: - Mi amor, hay una sola cosa que te quiero
pedir y quiero que me la cumplas. Estudia. Inscríbete en la escuela y haz esa
carrera que siempre soñaste. Triunfarás en la vida porque tienes todas las
cualidades, sólo vamos a trabajar en las herramientas para lograrlo amor -.
Por algunos años apenas se veían,
uno trabajaba, el otro estudiaba y viceversa. Ella también retomó su carrera,
no en la prestigiosa universidad pero sí en una universidad pública al igual
que él. Fueron labrándose su futuro con trabajo y sudor auténticos.
Él no podía dejar de mirar y admirar a esa princesa, su esposa, llevando con maestría su humilde hogar,
aprendiendo a cocinar pues nunca tuvo necesidad de hacerlo, administrando el
dinero, dándole a él una vida, una confianza
y una esperanza que jamás soñó tener.
Un día ella preparó la mesa para
cenar de una forma especial, cuando él llegó de sus clases nocturnas se
sorprendió de verla ahí, tan bonita, con esos ojos tan brillantes con más luz que
nunca. Se abrazaron y cuando él quiso preguntar qué pasaba ella calló sus
labios con un beso.
Luego de que cenaron, mirándose,
besándose y uniendo sus manos, ella le anunció que estaba embarazada.
Se
abrazaron emocionados y con lágrimas en los ojos. No estaba planeado así, pero
no les importó, era el tiempo perfecto para ese bebé porque los planes
superiores anulan los planes de los mortales.
Tuvieron una hija, tan hermosa
como la madre.
Los padres de ella se hicieron presentes y pidieron perdón, querían ver a su nieta y ser parte de su vida. No hubo rencores, todo quedó
olvidado. Lo único que no aceptaron casi al unísono fue el ofrecimiento que les hicieron de
hacerla nuevamente heredera.
Ambos terminaron sus estudios,
consiguieron mejores trabajos y siguieron viviendo felices con su hermosa hija -.
- Bueno, como decían en mis tiempos hija,
colorín colorado este cue…. - ¡Espera papá! Que no me has dicho en ningún momento
los nombres de los protagonistas de este cuento! -.
Los nombres los conoces, son el
de tu madre, el mío y por supuesto el tuyo.
¡Papá!! ¡No sabía! Es la mejor
historia que me han contado, porque es real, porque es nuestra historia y
porque … Porque … te amo papá!
Lo abraza llorando. También hay
lágrimas en los ojos de él. Qué bonitas son las lágrimas de la felicidad.
Ya… bajen el telón.