sábado, 24 de octubre de 2015
Luisa, a seis años.
Mi hermana Luisa murió hace seis años. La vida siguió.
A partir de entonces las nueve que quedamos nos volvimos más unidas aún. Nos inventamos escapadas que nombramos "Convención de las hermanas Benítez" que por cierto muchos lo interpretan como un "retiro espiritual" cuando en realidad es "chorcha" entre hermanas, donde hay un itinerario y una única regla: "Este es el plan pero eres libre de hacer lo que se te pegue la gana", y es que se trata de hacer aquello que el ajetreo de la vida diaria no nos permite hacer: a veces es dormir tanto como queramos, hacer caminatas largas solas o en compañía, rodar por el pasto, pegar de gritos en la ducha helada al lado de la piscina, Etc.
Comemos a placer, nos tomamos las copas que queramos aunque sin excesos, hablamos de nuestra historia, de nuestros proyectos, de nuestros miedos y anhelos entre muchas cosas más. Este año la hicimos en septiembre y fue un éxito. La próxima "Convención" planeamos hacerla cerca del mar.
Hace un par de días que conmemoramos los seis años de la partida de mi hermana Luisa, nos reunimos para rezar en su memoria. La recordamos y convivimos con su esposo, sus hijos, su nuera y con la pequeña Luisita que ella ya no conoció.
Ese día desde primera hora mis hermanas se desbordaron recordándola, rememorando anécdotas, lamentando su pronta partida y coincidiendo todas al decir: Ojalá hubiéramos compartido más, ojalá no se hubiera ido tan pronto, debí haber hecho más, debí haber intuido que el fin estaba cerca. Debí... debí...
Confieso que me sentí sorprendida por su dolor tan vivo, por su sentimiento de culpabilidad compartido, por el flagelo de sus palabras y su profunda tristeza. Me alarmó su pena. Hablamos y entendimos que ese dolor ahí estancado no contribuye a nada positivo, nada construye y sólo nos mina.
Lamentarse por el ayer es en vano y nada soluciona, pero tenemos el hoy para gozarnos como familia, para abrazarnos y para estar atentos a las necesidades del otro. Que la experiencia arroje buenos frutos para no tener que lamentarnos mañana de lo que no hicimos hoy.
Hay que perdonar, pedir perdón y perdonarnos a nosotros mismos para continuar con nuestra vida sin cargas pesadas que nos confunden y nublan el camino a seguir.
Ese día nos reiteramos nuestro amor en homenaje a Luisa. Ese día nos pusimos unas a disposición de las otras para lo que necesitaran. El amor, los abrazos, los elogios y las flores lo tenemos que prodigar hoy y ahora. Mañana pueden no servir de nada.
Siempre que pienso en ti, Luisa, mis pensamientos son de luz y alegría. Gracias por la enseñanza de vida que nos dejaste. Estamos en paz.
El amor que está bien enraizado jamás se acabará,
Suscribirse a:
Entradas (Atom)