domingo, 14 de abril de 2013

Gracias por lo que no tengo.

Conduzco con cuidado por ese tráfico infernal de viernes por la tarde, maldigo la falta de educación vial,  el exceso de automóviles y la sobre población mundial, cuando de pronto veo sobre el carril derecho a un hombre mayor sorteando el tráfico y empujando la silla de ruedas de otro hombre todavía más anciano que él y que no tiene piernas. Me entristezco por ellos y cambio mi actitud.
Agradezco por conducir un coche y por estar sana y completa.

Me quejo en el supermercado porque cada fin de semana los precios están más altos, el cereal, los quesos, el café, la fruta. Cuando hago la fila para pagar, una mujer delante de mí lleva tres bolsas de pasta para hacer sopa. Cuando va a pagar le dicen que son doce pesos. Sólo lleva diez... devuelve una bolsa de sopa. Le pregunto si no la ofende que la ayude y su mirada dice lo que sus labios no se atreven.
Agradezco por tener un trabajo.

Hace poco fuimos a comprar pescado para comer el viernes santo. Ya saben, la abstención de carne roja es buen pretexto para darse una comilona de mariscos y pescados. Como había tanta gente en los alrededores tuvimos que estacionar el coche a varias calles de la pescadería. Hacía un calor tremendo y mientras caminábamos nos quejábamos de los casi 30 grados de calor que caían a plomo sobre nuestras cabezas; de pronto vimos a un hombre que vendía artesanías, estaba muy requemado por el sol. Lo vimos sentado en el quicio de una puerta, exhausto. Sólo nos vio pasar ya sin fuerza para ofrecernos sus productos. Mi hermana y yo nos miramos y sin decir palabra nos metimos a una tienda a comprarle agua y fruta. Cuando volvimos ya no lo encontramos. Nos sentimos muy mal por no haber podido ayudarlo.

...

Sucede que solemos quejarnos por lo que nos sale mal o vivimos haciendo el recuento de aquello de lo que carecemos, no nos detenemos a pensar que si tenemos seres queridos (familia o no), un techo sobre nuestra cabeza, un plato sobre nuestra mesa, un trabajo y salud, somos seres bendecidos y con todo por agradecer.

Nuestras no carencias, nuestra no enfermedad, nuestra no falta de amor nos comprometen a ser felices y agradecidos por lo que sí poseemos. Es la hora de dar gracias.

Un tip: La felicidad se multiplica si ayudamos a los menos afortunados que nosotros. ¡A ayudar!

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