De mis audífonos –No sé si sea una maldición particular o a
ustedes también les suceda – sólo uno funciona, así que el otro de plano lo
quito de mi oreja.
El señor de la derecha, un hombre de alrededor de 60 años,
en realidad no hacía ejercicio, le hacía conversación a la señora que tenía a
su derecha. Mi oído libre de la derecha no pudo tapar su
conversación aun cuando tenía el volumen alto del lado izquierdo.
-
Éramos tan pobres que no teníamos para comer, y
todavía mi madre recogió a una huérfana que vivía en la calle. Mi madre iba a
la pollería y pedía “tripas para su gato”, como había visto hacerlo a una
señora ricachona. Con las tripas daba consistencia a un caldo de
nada para alimentarnos a todos. –
Contaba él.
-
Qué buena era su mamá, seguro Dios la recompensó
– Dice la señora, que sí está haciendo ejercicio en un aparato que balancea tus
piernas tanto como puedas separarlas.
-
No, qué bah, le pegaba como si fuera un costal
de papas – Dice él, con un tono muy sombrío.
-
¿Su madre le pegaba a la huérfana? Pregunta la
señora deteniendo un poco su balanceo.
-
No, no. Mi padre – Dice él con voz ahogada
-
¿Su padre le pegaba a la huérfana? Dice la
señora deteniéndose completamente.
-
No, mi padre le pegaba a mi mamá. Todos los
días, siempre – Su voz de alguna forma se ha convertido en la voz de un niño.
La señora se queda muda. No sabe
qué agregar. El no necesita incentivo, tiene que sacarlo todo.
-
Le pegaba a mi mamá sólo por placer, para
ejercer su estatus de macho. Le pegaba como a un perro. Cuando yo tenía como 25
años ya no lo soporté. Un día que iba a comenzar a pegarle le dije. ¿Por qué le
vas a pegar? Y me contesto: “Porque hoy tengo ganas de partirle su madre”
- "¿Por qué? ¿Qué te ha hecho?"
-
“No me ha hecho nada, me dijo. Simplemente tengo
ganas de darle de chingadazos, ¿cuál es tu pedo?”
-
Me puse entre mi madre y él, y le dije: "No le
vas a pegar, no somos animales, ella no te hizo nada, no tienes por qué
pegarle."
-
Supongo que mi tamaño lo intimidó, me mentó la
madre hasta que se cansó pero no la tocó. Tiempo después se largó de la casa,
hizo otra familia, tuvo otros hijos.
Se queda callado un momento, sumido en sus recuerdos y en su
tristeza y añade:
-
No entiendo por qué le pegaba, ella no le hacía
nada.
-
Pobre de su mamacita, ojalá que Dios la haya
compensado y esté disfrutando la vida sin ese mal hombre – Acierta a decir la
señora, muy conmovida.
No crea, está muy enferma, la cuidan mis hermanas, a mí me va mal, no tengo trabajo. Dice él como hablando consigo mismo.
No crea, está muy enferma, la cuidan mis hermanas, a mí me va mal, no tengo trabajo. Dice él como hablando consigo mismo.
-
¿Pues a qué se dedica usted señor? – Pregunta la señora haciendo movimientos lentos.
-
A la mecánica automotriz, pero casi no hay
trabajo, me sostengo a duras penas - dice el señor con los hombros sumidos.
-
Continúa pensando en su fantasma y agrega: “Mi papá ya se
murió. Solo, tuerto y cojo por la diabetes, dicen quienes vieron por él que era
un hombre muy amable que pedía todo por favor. Ya no era el maldito que yo
conocí."
-
Bueno señor, ojalá que pronto las cosas mejoren,
lo dejo porque ya viene la lluvia. Dice la señora bajándose del aparato de piernas
y glúteos (así es como bauticé a ese aparato)
- Gracias señora - dice el hombre con voz gruesa.
Ha recuperado su voz y el aliento.
La señora se va, él se levanta, recorre los diferentes aparatos, hace que hace ejercicio, mete las manos en los bolsillos de su sudadera y se aleja, el peso que lleva lo encorva y lo hace parecer pequeño.
Sigo pedaleando. Me pierdo en la voz de Bob Marley. No quiero pensar, no quiero mentarle la madre a un muerto.
La señora se va, él se levanta, recorre los diferentes aparatos, hace que hace ejercicio, mete las manos en los bolsillos de su sudadera y se aleja, el peso que lleva lo encorva y lo hace parecer pequeño.
Sigo pedaleando. Me pierdo en la voz de Bob Marley. No quiero pensar, no quiero mentarle la madre a un muerto.
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