La sola palabra suena poderosa: Hermanas.
Nunca he podido ser amiguera. Es que no lo necesito. Tener
muchas hermanas de las cuales echar mano para cualquier situación me ha hecho
no necesitar a nadie de allá afuera. Ellas me complementan y me llenan.
Fuimos diez hermanas y dos hermanos. Una multitud.
En esta ocasión hablaré exclusivamente de mis hermanas, con
motivo de nuestra segunda convención o retiro, nueve reunidas solamente porque la
décima nos acompañó desde el cielo. Todas con rasgos físicos similares y todos
tan diferentes en nuestro modo de ser, cada una única, especial.
Cierro los ojos y las veo tan atrás en el tiempo como puedo.
La primera imagen que me viene es ver a Chofi
vestida de novia, hermosísima. Con esos ojos grandes maquillados como los de
una diosa egipcia. Veo su sonrisa con la que nos abarca a todos y nos confirma
que la bondad existe. Mi hermana amorosa con la que siempre se cuenta, la
hermana del hogar de puertas abiertas, donde siempre eres bienvenido,
alimentado y arropado.
Veo a Ale trabajando,
siempre trabajando. La veo llevándose a la flotilla de hermanos menores de día
de campo o a alguna feria. La recuerdo con sus botas blancas y una belleza
excepcional… Ale siempre dispuesta a ayudar, siempre luchando por ella y por
todos los que ama, su familia. La veo compartiendo lo suyo con todos aquellos
que lo hemos necesitado.
Mi hermana Luisa,
la Güicha, que de niña me llevaba al cine con su novio, y me sentaba en el
medio para guardar distancia de él, que me ponía a practicar palabras en
inglés, que vivía la vida como si ésta se le fuera a apagar en cualquier
momento, que vivió como quiso y cuando quiso
se marchó, porque para ella la fiesta ya se había acabado y su espíritu libre
voló. La voz que nos cantaba las mañanitas por teléfono a todos nosotros y que
se ha callado para siempre, aunque sigue aquí entre nosotras, yo la traigo a
esta celebración. Me quedo con su sonrisa, con su asombrosa inteligencia, con
su pozole y con la planta que ponía en nuestras manos cuando dejábamos su casa
luego de una de sus muchas fiestas.
Qué puedo decir de
Lili, que ha sido como una madre para todos, que hizo de su destino una
misión y que lo ha cumplido con corazón generoso y a manos llenas, que nos
prodiga amor veinticuatro horas al día siete días a la semana. Lili que
mantiene viva a su niña interna, que vive llena de ilusiones, que ve la vida
con esos ojazos que brillan traviesos. Esa Lili a la que vas y le vacías tu
costalito de problemas y deja todo para escucharte. Que no sabe juzgar sino
sólo amar.
Carmen, la Camucha
guapísima que se vistió de guerrera, la que ha dado un guantazo a cada
situación difícil que ha tenido que vivir. Que resiste los embates de pie, que
ha sacado adelante a su familia a sudor y sangre, y sonríe, y se carcajea, que se pandea pero no
se quiebra. Carmelita, que ha sido el roble al que se abrazan sus hijos
amorosos. La vida se le ha presentado de todos los colores, hoy ella tiene el
pincel, y la pinta del color que más le gusta.
Ahí viene Lupita,
el huracán que arrasa, la mujer impetuosa y trabajadora siempre. A la que la
vida le ha dado limones y ha hecho limonadas y hasta les agrega pepino. Devota
de su familia, generosa siempre, reparte lo suyo y lo hace con alegría. Ver a
todos felices es su felicidad. Lucha a brazo partido con pasión desbordada. La
mujer de la navidad y el amor expresado de mil maneras. La incondicional.
Sigue Carito, la mujer
de los ojos grandes que lo abarca todo. Que está allí donde se le necesita. El
corazón donde cabemos todos. Nuestro refugio, nuestro núcleo. La que nos
apapacha y también endereza si nos andamos torciendo. Nunca a Carito te
acercarás y las manos vacías te llevarás. Hizo de la familia su templo y se ha
consagrado a ella. Sigue siendo una niña que le exige a la vida que se porte
bien con nosotros y que nos cuide, que nos dé lo mejor. Es la que se empeña en que todo esté bien y
no ceja hasta lograrlo. Vencedora de mil batallas, obradora de milagros.
Uyyy aquí viene Chio!
Otra mujer adorable con la sensibilidad a flor de piel. Una mujer con corazón
de niña y ansia de adolescente. Con unas ganas tan avasalladoras de vivir que a
veces la dejan agotada, se pone en reposo y vuelve a las andadas. La mujer de
carcajadas que son música para nosotros. Chio que nos abraza y apapacha, que
contamos con ella siempre, que llega corriendo para ayudar. La Chio que se va
encontrando en los libros, que los lee como una niña exploradora, que ve que la
vida es bella, o que puede serlo si así lo queremos. La mujer que ha cumplido sus
sueños y con los ojos abiertos sueña con que se le cumplan más.
Rafita, nuestra
niña chiquita y consentida. La mujer triunfadora que trabaja a brazo partido y
que mezcla el profesionalismo con una personalidad única, que no se intimida y
que a veces pareciera que la vida toda la toma a juego. Que no se arruga ante
las dificultades y que las resuelve si tienen solución y que las trabaja si hay
que vivir con ellas. Rafita que nos escucha, nos ayuda, nos abraza y consuela.
La Rafita que siempre dice sí, cuenten conmigo.
Si buscas a Rafita estira el brazo y ahí la encontrarás.
Las hermanitas Benítez, guapísimas todas, luchadoras exitosas
cada una en su campo, en lo que les tocó hacer.
Las amo y doy gracias a Dios por ser parte de ustedes.
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