En temporada de elecciones los
ciudadanos comunes como yo, que no pertenecemos a ningún partido y que estamos
decepcionados de todos, es un verdadero viacrucis sobrevivir evitando toparse a
los candidatos y sus promesas de campaña.
Por las mañanas escuchar cualquier noticiario local en la radio es un martirio porque casi todo el contenido
de éstos se divide entre las andanzas diarias de los candidatos y todo
lo bueno que dicen que harán si es que resultan electos y su paso en persona por dichos noticiarios.
Cambiar de estación de radio local
es inútil, porque como si fuera una maldición, el candidato que evitamos oír en
el otro noticiario llega pronto a este otro a recetar la misma monserga.
Sintonizar una estación de radio
nacional soluciona medianamente el problema porque durante los anuncios
continua la pesadilla.
La televisión está plagada de lo
mismo, además de que ahí no sólo se oye a los aspirantes sino que también se
les ve; es inútil poner un programa cualquiera en la televisión por cable,
los comerciales ahí también están infestados de la misma contaminación.
Al salir de casa nos topamos con propaganda
por todos lados. Espectaculares, pendones, muros, postes con las caras de los candidatos una
sobre otra posando con una falsa sonrisa, o abrazando a una humilde anciana o
cargando a un niño con mocos.
En las esquinas hay grupos de
jóvenes vestidos de pies a cabeza con propaganda electoral esperando el
semáforo en rojo para lanzarse por entre los coches ofreciendo calcomanías, panfletos y
lapiceros.
Suena el teléfono celular y recibimos un mensaje de uno u otro candidato, bajándonos las estrellas para que votemos por ellos.
En el teléfono fijo de casa o trabajo entran llamadas de propaganda
grabada, a veces quien llama es una persona (pero con actitud robótica)
pretendiendo que se le diga si es que ya tenemos decidido nuestro voto y luego tratar
de convencer a su interlocutor de que vote por el candidato que le ha
contratado.
Dejar el coche estacionado en la
calle conlleva el riesgo de encontrarlo con una calcomanía gigante pegada.
Quitarla no es fácil.
En internet la cosa no mejora, en
los portales noticiosos seguimos viendo las caras de los candidatos, sus slogans
propagandísticos y sus pugnas entre unos y otros.
Twitter y Facebook no nos salvan.
Entre simpatizantes, fanáticos, robots y las propias cuentas de los candidatos
no nos dan respiro. Si nos atrevemos a mencionar a uno de ellos, para bien o para
mal, inmediatamente saltarán los opositores para aplaudirnos si criticamos o
para atizarnos si simpatizamos.
Ahora mismo mientras escribo esto
en mi blog tengo a la derecha la amable cara de uno de ellos.
Esto es una pesadilla y es agobiante
Es sobrecogedor que los candidatos nos mientan tanto y tan continuadamente, mirándonos con tanta frescura.
Es sobrecogedor que los candidatos nos mientan tanto y tan continuadamente, mirándonos con tanta frescura.
Es increíble que lo sepamos y aun
así votemos por alguno de ellos, cruzando los dedos
para que hayamos elegido al menos peor.
Es triste que haya simpatizantes
que defiendan a su candidato y digan “vota por él, porque su oponente es
terrible” cuando saben que su propio candidato también lo es.
Sé que mucha gente es pagada y
que su simpatía es un trabajo, vil, pero trabajo al fin. A los que no comprendo
son a aquellos que saben bien que su candidato tiene las manos sucias y aun así
le levantan el brazo.
Que ya termine la farsa y con
ello la pesadilla de las campañas electorales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario