¡Compren una estufa de gas y prometo que yo siempre cocinaré
para ustedes!
Estas fueron las palabras de una niña de 6 o 7 años, y hoy
más de cincuenta años después sigue cumpliendo esa promesa.
Cuando dijo esas palabras en su tierna infancia, no las aderezó
con “y los cuidaré, y los procuraré, y
los escucharé, y los amaré y…” porque ni ella sabía en ese momento que el rio
caudaloso de su bondad incluía ese gran paquete.
Lili da todo el tiempo, Lili da siempre, Lili no se cansa…
pero se cansa, y se sienta a media noche en la cama porque no aguanta la espalda. ¿Te
duele? “No, no, sólo que así descanso mejor”
Esa es Lili, la hija, la hermana, la tía, la incondicional.
Que hizo a un lado la realización de sus sueños porque se echó a cuestas con
alegría el cuidar de los suyos.
La hija que cuidó a sus padres hasta que se fueron, y que
hizo de esa entrega un apostolado.
La hermana que ha
sido oídos, ojos, manos y piernas para todos nosotros.
La tía que sufre como la madre más sufrida y que se alegra
como la madre más feliz a través de sus sobrinos.
Lili, la mujer que sueña con los ojos abiertos, de alma pura
y enorme corazón.
Lili, la que anoche de madrugada entró de puntitas a mi recámara para echarme una cobija extra, porque hacía frío.
Te doy las gracias por toda una vida de amor sin límite. Te
doy gracias por quererme de tal manera que no encuentro palabras para
agradecértelo. Gracias porque a través
de tu existencia sé que lo maravilloso existe. Eres maravillosa.
Muy feliz cumpleaños querida hermana, que Dios siga
bendiciendo tu vida. Te amo.
Con toda razón tus palabras, de mi infancia solo bellos recuerdos de mi tía Lidia, el solo verla me alegra el día con su sonrisa sincera y desinteresada, un gusto y placer que seas la confidente de mi madre. Feliz cumpleaños Lili.
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